miércoles, 23 de julio de 2014

Él la amaba, la adoraba...




Él la amaba, la adoraba
era su cielo,
su mar,
su todo.

Él la consentía,
 la admiraba
era sus ojos,
su más preciado tesoro.

Ella se cruzó por su camino
lo cubrió con su manto de amor,
de sueños,
quitando todo su dolor.

Él le mostró un mundo mágico,
modeló su interior
como el mejor escultor
en sus noches de frío.

Ella, revivió la luz de su alma apagada
atravesando su triste mirada.
Él la amaba.
Cuánto la amaba...

Le entregó todo,
sin dar nada,
bastó con regalarle 
 su mirada enamorada.

Ella lo idolatraba ¡Como a un dios adoraba!
Vivía regalando sonrisas
en sus días de agonía,
sabiendo que no debía.

Él la amaba, tal vez la siga amando.
¿Quién lo puede saber?
En el silencio,
junto al olvido en cada amanecer.

Ella quizás...,  también lo ame
en el recuerdo de aquel  tiempo vivido,
 desesperada calla,
lo que no pudo ser.

Se amaban...
¡Cuánto se amaban!
Su amor era tan bello como el alba
 tan puro y eterno como sus almas.