
Mis lágrimas se acumulan en el fondo de mi alma, ahogándome en esta triste realidad.
No estoy sola, todos me acompañaban, y esperan mi despertar. Me rodean, siento que con su calor me abrigan, y escucho a mi madre, cada noche llorar.
Quiero poder decirle que soy fuerte, que podré de estos tubos escapar, pero los músculos no me obedecen y cada vez es más largo este sufrimiento que me atormenta sin cesar.
Soy un vegetal, a veces pierdo la esperanza y pido a Dios, que me deje descansar, no soporto ver cómo sufren los demás.
Mi amor, cada día me regalaba un jazmín… ese, que en cada San Valentín, esperaba ansiosa y nunca recibí.
Sentía como acariciaba mis manos y me susurraba “perdón, mi vida” en cada madrugada.
Buscaba su mirada, pero sólo encontraba su reflejo en la ventana, y a través de ella, observaba su pupila enamorada. Se había quedado dormido apoyado en mi almohada.
Estos meses eternos, perdida en mi silencio, no pedí mucho, sólo tenía un deseo y cuando él despertó, pude darle el beso más tierno.